jueves, 10 de diciembre de 2015

Cuando la realidad de casa se mete en tus viajes


Ayer pasó algo no muy lindo en mi casa, no muy grave tampoco, pero que me cambió el humor todo el día. Mi papá se cayó y se quebró un brazo. Él está bien y en 30 días volverá
a su vida normal, sin yeso. Pero acá, yo me lo tomé diferente.

Casi como una gracia, mi mamá me manda una foto del brazo enyesado de mi viejo por WhatsApp y yo ¡quise morirme! En ese momento estaba trabajando y tenía ganas de llorar. No sé si será que el tiempo y la distancia, y tal vez la edad también, me han vuelto un poco más sensible y de lágrima floja, pero realmente me generó mucha angustia ver que mi pobre y querido padre estaba lastimado y yo no estaba ahí para acompañarlo...

Sumémosle a eso que  mi hermano menor se recibe en unos días de Ingeniero y tampoco voy a estar ahí para acompañarlo, además de que vienen las fiestas y ya casi se cumple un año desde que me fui de casa.

También me está pasando que no puedo parar de leer diarios de Argentina y seguir día a día, casi minuto a minuto que sucede en mi país. Hace poco hubo elecciones y estoy ansiosa porque las cosas mejoren y eso me hace estar pendiente constantemente de las noticias, y la verdad que no me gusta. ¡Quisiera no tener internet a veces!

Tengo que focalizarme en organizar nuestro viaje a Asia y no puedo. Mi concentración se desvía a saber que está pasando allá en vez de mirar lo que está pasando acá. Me pregunto si es algo pasajero o si es una señal de que es tiempo de volver a casa. Quizás sea eso, que extraño tanto que pongo canales de noticias, miro novelas y programas de televisión argentinos para sentirme un poquito más cerca. También me pasa que estoy tomando más mate, aunque cada vez nos quede menos yerba.

Cuando Meli nos visitó en Brisbane
En fin, supongo que será pasajero, que en unos días no voy a poder hacer otra cosa que entrar a sitios de viajes, averiguar sobre hostels y los lugares que tenemos que ver en cada país que vayamos a recorrer. En definitiva siempre que queremos algo tenemos que renunciar a otra cosa. Viajar no es siempre lindo, no es siempre fácil, no es siempre divertido. Y me gusta compartirlo con ustedes para que sepan que las fotos no muestran lo que uno vive en un viaje largo todos los días. Viajar es la vida misma. Uno se aburre, se cansa, se pelea, se enferma. Pero como la vida vale la pena ser vivida, el viaje también vale la pena “ser viajado”.


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