lunes, 18 de enero de 2016

Un año en Australia.

¡Ufff! ¡Qué año! Está de más decir que fue un año completamente distinto. Viví muchas cosas nuevas. Me llamaron Shinny (significa ¡brillante!), Nina, Shaneena, Ianina y Pablo se convirtió en Juampi. Aprendí que los asiáticos no son todos chinos y que para algunos los latinos somos todos colombianos. Aprendí más italiano que inglés. Aprendí que los argentinos compartimos más que el idioma. Aprendí que a veces una persona solo necesita que la escuchen y le sonrían. Aprendí que aunque hablemos el mismo idioma no siempre nos entendemos, y que aunque no hablemos el mismo idioma nos podemos entender mucho. Aprendí que los argentinos somos muy generosos. Que los ingleses, al menos los que yo conocí, no son ladies ni gentlemen.
Los doce apostoles en la Great Ocean Road, Australia

Me di cuenta que es un honor ser “teacher”. Que cada persona que conocí y supo que era profesora me miró diferente, me respetan por lo que hago y se preguntan qué hago atendiendo mesas y haciendo café. Aprendí a hacer latte art. Aprendí a cargar tres platos con dos manos. Aprendí que no se decir que “no” cuando se trata de trabajo. Que no importa lo que haga, lo tengo que hacer bien, ¡aunque sea juntar frutas!
Este año sufrí más el calor que el frío. Aprendí a vivir con dos jeans y 8 remeras. Aprendí a despegarme de cosas materiales. Me compre un teléfono touch screen del siglo xxi pero aún no aprendí a tipiar bien. Aprendí a odiar el arroz con atún, la pizza margarita y las mandarinas. Aprendí que hay primera y segunda clase hasta en la fruta.

Whitsunday Beach, Australia



Confirmé que me aburro fácil y que me gusta mucho escribir y me hace bien. Aprendí que hay amigos que son almas gemelas, ángeles casi, que aparecen cuando más lo necesitas. Aprendí que a veces alguien que no te conoce, te hace sentir más en casa que alguien que sí. Pasé mi cumpleaños con nuevos amigos que hicieron mucho para que sea un día especial. Traté de hacer lo mismo por alguien más. Aprendí que no conocía todos los gustos de mi novio. Que no me gusta el arroz pasado. Aprendí a comer brócoli y pepino. No me anime a probar la carne de canguro. Me di cuenta que soy fanática del dulce de leche. Aprendí que la vida se disfruta en el día a día, en pequeñas cosas, que un desayuno en la cama un sábado a la mañana significa “te amo”.








Viví en tres ciudades distintas, muy diferentes una de la otra. Me encantaron las tres. Dormí en 17 camas y en una camioneta. Tuve 3 lugares a los que llame “mi casa”. Me aloje en 12 hostels diferentes. Viaje en avión, auto, colectivo, ferri. Aprendí a manejar del otro lado del auto y de la calle. Maneje 4 autos y la mitad de 1136,7 km. Recorrí 2754km en la costa Este con Pablo. Hice snorkeling y buceo por primera vez.


Snorkelling en la barrera de coral, Australia


Un año en Australia me dejo mucho más de lo que pueda llegar a contar en este post, pero por sobre todo me queda la satisfacción de haberlo hecho, de haberme animado a vivir esta experiencia con todo lo que conlleva, con lo bueno y con lo malo. Porque en este año también me perdí cumpleaños, el nacimiento de Paulina (la bebé de una amiga), mudanzas de mis amigas, abrazos, mimos, mates con la abuela, la recibida de mi hermano, los 30 de mi otro hermano. Por supuesto que no es fácil. Juliana diría que hay que estar muy bien de la cabeza para hacer un viaje largo. Yo creo que hay que estar un poco mal de la cabeza también y ser un  poco inconsciente.


La aventura no termina acá, sigue en Asia y quizás Europa... y seguirá hasta el último día en que respire, porque la vida es una aventura. La aventura es levantarse cada día y vivirlo. Sea como sea. Hoy viajando, mañana Dios dirá.



¡Hasta el próximo encuentro!